Sunday, April 16, 2006

Cómo obtener Amor

Hace unos veinte años, un niño, mientras caminaba una noche de verano por una de las playas de la ribera chilena, vio cómo una luz descendía pausadamente desde las estrellas hasta el mar. La luz resultó ser una nave espacial, de la cual salió un ser, con apariencia de niño humano, pero de cabellos blancos, y expresión jovial. El visitante, quien adoptó el nombre "Ami", llevó al niño a un viaje por diversos sitios del planeta y el universo; uno de los lugares que visitaron era un planeta donde vivía un hombre llamado Krato, quien había escrito en un pergamino la fórmula para obtener Amor. Este niño tuvo la amabilidad de compartir con nosotros el contenido de dicho pergamino, y quiero hoy compartirlo con quien quiera que pase por este blog.

Sin más:


Amor es un ingrediente sutil de la conciencia.

Es capaz de mostrar el sentido profundo de la existencia.

Amor es la única “droga” legal.

Algunos buscan equivocadamente en el licor y otras drogas lo que produce el Amor.

Amor es lo más necesario de la vida.

Los sabios conocen el secreto, y buscan sólo Amor. Los demás lo ignoran, por eso buscan lo externo.

¿Cómo obtener Amor?

Ninguna técnica sirve, porque Amor no es material. No está sometido a las leyes del pensamiento y la razón. Ellas están sometidas a Él.

Para obtener Amor, primero hay que saber que Amor no es un sentimiento, sino un Ser. Amor es alguien, un Espíritu viviente y Real, que cuando despierta en nosotros llega la dicha, llega todo.

¿Cómo hacer que venga?

Primero hay que creer que existe (porque no se ve, sólo se siente) (algunos le dicen Dios), después hay que buscarlo en su morada íntima: el corazón.

No hay que llamarlo, porque ya esta en nosotros. No hay que pedirle que venga, sino dejarle salir, liberarlo, entregarlo.

No se trata de pedir Amor, sino de dar Amor.

¿Cómo se obtiene Amor?

Dando Amor.

Amando.

Sunday, April 09, 2006

Falsos valores

Hay que recordar algo fundamental: el hombre es muy listo para crear falsos valores. Los auténticos valores requieren todo tu ser; los falsos son baratijas. Parecen auténticos, pero no te requieren en tu totalidad; se trata de una formalidad superficial.

Pongamos un ejemplo. En lugar del amor, de la confianza, hemos creado el falso valor de la “fidelidad”. La persona fiel sólo se compromete superficialmente en el amor. Realiza todos los gestos del amor, pero estos gestos no significan nada: no pone su corazón en esos gestos formales.

Un esclavo es fiel, pero ¿crees que un esclavo, a quien han reducido en su humanidad, a quien le han arrebatad su orgullo y su dignidad, puede amar a ala persona que le ha herido tan profundamente? ¡La detesta, y si se presenta la oportunidad, la matará! Pero seguirá siendo fiel en la superficie; no le queda más remedio. No con alegría, sino por miedo. No por amor, sino por una mente condicionada que le dice que tiene que ser fiel a su amo, como la fidelidad del perro hacia su amo.

El amor requiere una respuesta más total. No surge del sentido del deber, sino de los latidos de tu corazón, de tu propia experiencia de la dicha, del deseo de compartirla. La fidelidad es algo feo, pero se ha considerado un valor respetable durante miles de años porque la sociedad ha esclavizado a las personas de diferentes maneras. Supuestamente, la esposa debe guardar fidelidad al marido, hasta el punto de que en India han muerto millones de mujeres a la muerte de su marido, arrojándose a la misma pira funeraria. Tan respetable se consideraba que cualquier mujer que no lo hiciera quedaba condenada de por vida, convirtiéndose en una marginada, tratada como una criada por su propia familia. Se llegaba a la conclusión de que si no podía morir con su marido, no le era fiel.

Démosle la vuelta: ¡ni un solo hombre se ha arrojado a la pira funeraria de su esposa! A nadie se le ha ocurrido platearse: “¿Significa eso que ningún marido le ha sido fiel a su mujer?” Pero estamos en una sociedad de doble moral. Hay una moral para el amo, el poseedor, y otra para el esclavo.

El amor es una experiencia peligrosa porque eres poseído por algo mucho más grande que tú. Y es incontrolable; no puedes producirlo con una orden. Una vez que se marcha no puedes recobrarlo. Lo único que puedes hacer es fingir, ser hipócrita.

La fidelidad es un asunto completamente distinto. La fabrica tu propia mente; no es algo que se encuentre fuera de tu alcance. Se trata de adiestrarse en una cultura concreta, como cualquier otro adiestramiento. Empiezas a representar un papel, y al final acabas creyéndote tu propia actuación. La fidelidad exige que siempre, en la vida y en la muerte, te dediques a una sola persona, tanto si tu corazón lo desea como si no. Es una forma psicológica de esclavitud.

El amor trae la libertad; la felicidad, la esclavitud. En la superficie se parecen; en el fondo, son justo lo contrario, dos cosas diametralmente opuestas. La fidelidad consiste en representar un papel; te han educado para ello. El amor es libre, salvaje; en eso reside su belleza. Llega como una brisa fragante, te llena el corazón, y de repente, donde había un desierto, florece un jardín. Pero no sabes de dónde viene, ni sabes que no hay ninguna forma de atraerlo. Llega solo y se queda todo el tiempo que la existencia quiere. Y al igual que un día llega, como un desconocido, como un invitado, otro día se marcha, de repente. No hay forma de sujetarlo, de aferrarlo.

La sociedad no puede depender de experiencias tan impredecibles, tan inestables. Necesita garantías, seguridades; de ahí que hayan apartado el amor de la vida y lo hayan sustituido por el matrimonio. El matrimonio reconoce la fidelidad, la fidelidad al marido, y porque es algo formal, está a tu alcance... pero no se puede comparar con el amor; no es ni una gota de agua en el océano del amor.

Pero la sociedad aprueba la fidelidad porque es algo en lo que se puede confiar. Tu marido puede confiar en ti, en que mañana serás tan fiel como hoy. No se puede confiar en el amor, y lo más extraño es que el amor supone la mayor confianza pero no se puede confiar en él. En el momento es total, pero al momento siguiente es algo abierto. Puede que crezca dentro de ti o que se evapore. El marido quiere que su mujer sea una esclava durante toda su vida. No puede depender del amor; tiene que crear algo que se parezca al amor, pero fabricado por la mente del hombre.

La fidelidad goza de gran respeto no sólo en la relación amorosa, sino en otros terrenos de la vida. Pero destruye la inteligencia. El soldado tiene que ser fiel a su nación. Al hombre que soltó las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki... no se le puede considerar responsable, porque simplemente estaba cumpliendo con su deber. Le dieron una orden y él era fiel a sus superiores: en eso consiste el adiestramiento en el ejército. Te adiestran durante años enteros hasta que eres prácticamente incapaz de rebelarte. Incluso si ves que lo que te ordenan es terrible, tu entrenamiento ha calado tan profundo que dices: “Si señor. Lo haré.”

Me niego a suponer que el hombre que soltó las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki fuera una máquina. También tenía mujer e hijos, y unos padres ya ancianos. Era un ser humano como cualquier otro, pero con una diferencia: le habían enseñado a aceptar órdenes sin plantearse nada, y cuando le dieron la orden, la cumplió sin más.

He pensado muchas veces sobre la mente de ese hombre. ¿Se puede concebir que no pensara que esa bomba mataría a casi doscientas mil personas? ¿No podía haber dicho: “¡No! Mejor que me mate el general por no obedecer sus órdenes que matar a doscientas mil personas”? Seguramente ni se lo planteó.

El ejército funciona de tal manera que crea fidelidad, y empieza por cosas pequeñas. Me pregunto por qué un soldado tiene que desfilar y obedecer órdenes absurdas –izquierda, derecha, adelante, atrás– durante horas, durante años enteros, sin ningún objetivo. Pero existe un objetivo oculto: destruir su inteligencia, convertirle en un autómata, en un robot. De modo que cuando oye “¡Izquierda!”, su mente no pregunta por qué. Si alguien te dice: “¡Izquierda!”, tu preguntas: “¿Por qué voy a torcer a la izquierda? Qué bobada, si voy hacia la derecha.” Pero el no puede poner nada en duda, no puede cuestionar nada; tiene que obedecer órdenes. Ese es el condicionamiento básico de la fidelidad.

A los reyes y los generales les viene muy bien que los ejércitos sean fieles hasta el extremo de que funcionen como máquinas, no como personas. A los padres les resulta cómodo que sus hijos sean fieles, porque un niño rebelde es un problema. Los padres pueden equivocarse y el niño tener razón, pero el niño tiene que obedecer a los padres, forma parte del adiestramiento que ha existido hasta ahora.

Yo enseño un nuevo ser humano, en el que no tiene cabida la fidelidad, sino la inteligencia, el preguntarse por qué, la capacidad de decir no. A mi entender, a menos que seas capaz de decir no, el sí no tiene ningún valor. Ese sí es como si estuviera grabado en un disco, en una cinta: no puedes hacer nada, tienes que decir que sí simplemente porque no te sale el no. La vida y la civilización habrían sido completamente distintas si hubiéramos entrenando a la gente para tener más inteligencia. No se habrían producido tantas guerras si la gente hubiera preguntado: “¿Por qué? ¿Por qué vamos a matar, matar a personas inocentes?” Pero son leales a u país y tú eres leal a otro país, y los políticos de los dos países luchan y sacrifican a sus pueblos. Si a los políticos les gusta tanto luchar, podrían librar una lucha entre ellos, y el pueblo lo disfrutaría como un partido de fútbol.

Pero ni los reyes ni los políticos ni los primeros ministros ni los presidentes van a la guerra. La gente de a pies, la que no tiene nada que ver con matar a otras personas, esa es la que va a la guerra a matar y a que los maten. Los recompensan por su fidelidad: una cruz de tal o cual por ser inhumanos, por no usar su inteligencia, por comportarse como robots.

La fidelidad no es sino la combinación de tres enfermedades: la creencia, el deber y la respetabilidad, todo lo que alimenta el ego. Todo ello va en contra de tu desarrollo espiritual, pero a favor de los intereses creados. Los sacerdotes no quieren que les preguntes nada sobre su sistema de creencias porque saben que no pueden ofrecer respuestas. Todos los sistemas de creencias son tan falsos que si se ponen en tela de juicio se desmoronan. Indiscutidos, crean grandes religiones con millones de personas en sus rebaños.

Al Papa lo siguen millones de fieles y ni uno sólo pregunta: “¿Cómo puede una virgen dar a luz?” ¡Sería un sacrilegio! Entre tantos millones de personas, ni una sola pregunta: “¿Qué pruebas hay de que Jesús sea el Hijo unigénito de Dios?”, porque cualquiera puede reclamar tal cosa. ¿Cuál es la prueba de que Jesús salvara a la humanidad? No pudo salvarse a sí mismo. Pero estas preguntas son embarazosas y simplemente no se plantean. Incluso Dios no es sino una hipótesis, que las personas religiosas llevan miles de años intentando demostrar. Pero todas las pruebas son falsas, sin solidez, sin apoyo, y nadie plantea la pregunta.

Desde el primer día de nuestra vida, se nos enseña a ser fieles al sistema de creencias en que nacemos. A los sacerdotes les conviene explotarte, como les conviene a los políticos; a los maridos les conviene explotar a sus esposas, los padres a sus hijos, los profesores a sus alumnos. Para cada interés personal, la fidelidad es sencillamente una necesidad, pero reduce a toda la humanidad a retrasados mentales. No permite cuestionar, dudar, no permite a las personas ser inteligentes. Y una persona incapaz de dudar, de cuestionar, de decir “No” cuando piensa que algo está mal, cae por debajo del nivel humano, se convierte en un animal subhumano.

Si el amor se pide, se convierte en fidelidad. Si el amor se da sin que se lo hayan pedido, es un regalo, es gratis, y eleva tu conciencia. Si la confianza se pide, esclaviza. Pero si la confianza surge en tu interior, en tu corazón crece algo sobrehumano. Se trata de una diferencia muy pequeña, pero de enorme importancia: cuando el amor y la confianza se piden o se ordenan, se hacen falsos. Cuando surgen por sí mismos, poseen un inmenso valor intrínseco. No hacen de ti un esclavo, sino duelo de ti mismo, porque es tu amor, tu confianza. Sigues los dictados de tu corazón, no los de otra persona. Nadie te obliga a seguirlos. De tu libertad nace el amor, de tu dignidad la confianza, y ambos harán de ti un ser humano mucho más rico.

Así concibo yo la nueva humanidad. Las personas amarán pero no permitirán que se les ordene amar. Confiarán, pero por sí mismos, no según las escrituras ni las estructuras sociales, ni según los sacerdotes o los políticos.

Vivir tu vida según los dictados de tu corazón, siguiendo sus latidos, adentrarse en lo desconocido como un águila volando al sol en completa libertad, sin límites... eso no se puede ordenar. Es su propio júbilo, el ejercicio de la propia espiritualidad.


Osho

Sunday, April 02, 2006

Una vez le preguntaron a Buda...

Una vez le preguntaron a Buda qué era lo que más le sorprendía de la humanidad; y respondió:

Los hombres que pierden la salud para juntar dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud, y por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro; viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubieran vivido.